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Anécdotas del puerta a puerta (7)

No me ocurre frecuentemente, pero es verdad que en ocasiones, tras conseguir que me abran la puerta de un portal, me encuentro, con evidente sorpresa, a una persona sentada tras un mostrador. Se trata del conserje. Quizás un obstáculo más que se suma a esta peculiar promoción.




Lo de la puerta del portal la mayoría de las veces se suele solucionar rápido.
-  Pii, Pii.
- Sí ¿Quién es?
- ¿Me abre por favor?
- Sí, ¿pero quién es?
- Sí, mira que soy Sergio, un escritor que está promocionándo la primera de sus novelas. Simplemente quiero tocar unos timbres.
En general estos segundos se tornan aletargados, pesados, densos...
Se conoce que la respuesta al "Quién es" no es la esperada.
Al final, tras una larga recapacitación, se suele accionar al dispositivo que permite la entrada.
- Gracias- digo.

Está claro que no todas las veces, como supondréis, sucede esto. (Un día hablaré de ello y también de las puertas dobles que me encuentro, sobre todo, en la ciudad de Vitoria)

A lo que íbamos. Entro en el portal y me encuentro al conserje detrás del mostrador. La experiencia me dice: Un hola rápido y directo al ascensor, como si pasara por allí todos los días.

- Hola buenos días.
- Buenos días.

Subo en ascensor al último piso y desde allí comienzo con la búsqueda de lectores. Pocos conserjes son los que me dejan acabar de llamar a todas las puertas del edificio.
En esto estoy cuando, de pronto, aparece la persona que momentos anteriores se situaba en el portal, tras el mostrador.
- Perdona, no puedes llamar a las puertas de los vecinos.
- Sí, bueno, te explico, es que soy Sergio un escritor que está promocionándo..., ... ¿a tí te gusta leer?- no hay que perder oportunidad.

Tengo que dejar claro que busco "personas a las que les guste la lectura" no solo a propietarios de viviendas, también a personas que las limpian, me da igual que sean extranjeros, conserjes, familiares que están pasando unos días en la ciudad, inquilinos etc.

Lo curioso de todo esto es que, en más de una ocasión, tras decirme casi todos que me promocione cuándo no estén ellos, algunos conserjes leían (o lo hacían sus mujeres) y adquirieron un ejemplar de "Soy un gusano".
Con esto quiero dejar claro que con educación (escuchar, saber comprender e intentar ser comprendidos) se suele llegar a muchas partes.
Agradezco desde aquí a los conserjes su paciencia y su apoyo.


           Ahora, con las siguientes líneas quiero dejar de lado los obstáculos, y  hacer hincapié en las experiencias positivas. Me refiero a que también muchas veces la gente me recibe con una agradable sonrisa en su rostro. Me escuchan con atención. Se fascinan por mi manera de actuar. Me ofrecen sentarme en los sofás de sus casas, e incluso alguna que otra taza de café.
"Entra, entra, no te quedes ahí, hablando en la escalera", oigo a veces.
Los hay que no me dejan acabar mi historia. "¿Qué sale el libro?"
"Yo también escribo", "no me extraña que estés así, tal y como están las cosas".
Un señor mayor en Burgos, tras abrirme la puerta de su casa, me la cerró en las narices. Bajé las escaleras, seguí con mi tarea. En esto escucho abrirse la puerta del piso anterior. En el descansillo, me preguntó por el precio del libro. El hombre rondaría los ochenta años. Se llamaba Isidro. Me ofreció su mano. Yo se la estreché. "ojalá yo hubiera tenido las narices que tu tienes, en mi vida"
En esas ocasiones es cuando noto, de manera literal, lo digo absolutamente en serio, erizarse los pelos de mis brazos. Se trata de una sensación agradable, que me indica a todas luces que el camino que he decidido emprender, realmente merece la pena.

Hay gente que quiere el libro nada más ofrecérselo pero la casualidad hace que no tengan dinero en casa. En esos casos, suelo dejar una tarjeta. Allí, encuentran los títulos de la trilogía, la dirección de este blog y también el mail, por si me quieren dejar alguna que otra crítica tras la lectura de la novela.
Pero, afortunadamente para mí, los hay que lo quieren ya. ¡En ese momento! En varias ocasiones, han habido personas que ni cortas ni perezosas, se han puesto algo para salir a la calle, ir al cajero más cercano, todo ello mientras yo voy hablando con los vecinos restantes del edificio, y comprarme el ejemplar de "Soy un gusano".

En una ocasión hablé con Begoña, en Vitoria. Sucedió que quería el libro. No tenía dinero en casa. Quedamos en que volvería más tarde. Ella insistía en que así lo hiciera. El caso es que la vecina de al lado adquirió un ejemplar. Me iba a pagar con un billete de cincuenta. Entonces se me ocurrió:
-¿Te llevas bien con tu vecina Begoña?
La señora se extrañó, giró la cabeza mientras se encogía de hombros.
-Bueno, sí.
-Lo digo porque ella también quiere el libro y se me ha ocurrido que igual podrías prestarle...
Aceptó.
Volví a llamar a Begoña.

Doce euros en monedas pequeñas.
Lo que ocurrió a continuación me hizo gracia. Había logrado acumular la friolera de doce euros en pequeñas monedas doradas y cobrizas. Es decir, de cincuenta, veinte, diez, cinco, dos y hasta de un céntimo. Eso sí que demostraba interés. Incluso quise sacar una foto a la bolsa que me dio.

Agradezco desde aquí ese apoyo incondicional
que me ofreció aquel día Begoña.


Y como no, también quiero agradecer a todas aquellas personas, que no solo deciden adquirir el primero de los libros sino que lo hacen con la trilogía al completo:
 -Soy un gusano.
-Dos cabezas de alfiler, y
-Consciencia.

Esto también supone un gran apoyo y quería valorarlo de manera especial.

Quiero terminar esta entrada con una frase que recibí un día de un lector. Sé que con esta tarea de ir "Puerta a puerta por las diferentes ciudades", no solo estoy promocionándo mis libros. Con todo ello, consigo, creo, experiencias que de otro modo jamás hubiera imaginado que podría experimentar.
Es un día a día, diferente. Duro a veces, como no. Pero gratamente satisfactorio y simplemente ha sido por que un día decidí perder el miedo al "qué dirán". Decidí creer en mi propósito. Y, como digo muchas veces, utilicé la barrera del "Paro", como escalón. Desde aquí puedo otear un horizonte mucho más prometedor. Veo, cada día, a más gente que no se conforma con lo que los medios de comunicación les ofrecen. Veo que existe un interés creciente hacia una vida más cargada de valores. Resulta todo tan sencillo. Tan solo hay que proponérselo.
 
                                                Las crisis nos hacen más humanos.



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